El desarrollo sostenible (¿o sustentable?) es el paradigma de las nuevas generaciones. Más allá del debate entre sostenible o sustentable -el cual no vamos a tratar en este artículo, pero desde ya prometemos tenérselos en una próxima publicación-. Este concepto nos permite repensar el mundo que queremos para nuestros hijos y nietos, tal como lo plantea la definición más común que posiblemente hayamos escuchado: “…es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”, definición que nació a partir de la Comisión de Brundtland sobre Medio Ambiente en el año de 1987.
Los años han pasado desde aquella reunión, la cual fue una de las primeras grandes citas en términos ambientales. Ya para el año 2015, las Naciones Unidas crearon los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a partir de una nueva agenda que tiene el propósito de erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos, en la que tanto los gobiernos de los diferentes países, como el sector privado y la sociedad civil; tienen cada uno un papel fundamental que cumplir.
Por supuesto son metas mucho más amplias, pero que a través de cada uno de los 17 ODS se busca representar con mayor precisión la compleja tarea de detener la crisis climática, e impulsar un modelo de desarrollo económico mundial compatible con la conservación de la madre naturaleza. Es aquí donde llegamos al tema central de nuestro artículo, porque la agroecología nos ayuda a contribuir a varios de estos ODS, ¿Qué es? ¿Cómo se come? Literalmente…
La agroecología es una teoría, una práctica, una forma de sentir la relación del ser humano con la naturaleza que llega a ser hasta un movimiento social. No es algo nuevo, ya que también utiliza los conocimientos tradicionales de diversas culturas indígenas; y a su vez, posee un sólido conocimiento científico de las interrelaciones entre las plantas y el lugar en el que están (su medio). Ecología pura y dura dirían algunos, pero ecología aplicada al cultivo de alimentos que también es consciente de la importancia de los vínculos con la economía, los mercados locales y la ansiada justicia social para los agricultores del campo.
Para hablar de agroecología tenemos que hablar del “agroecosistema”, que no es otra cosa que un nombre más bonito con el que referirse a el cultivo de los alimentos, pero eso sí, ciertamente mucho más profundo y más sentido. Allí se busca aplicar varios principios: el reciclaje de la biomasa en la tierra (compostaje, ¿eres tú?), el balance de la energía natural (sol, agua, aire y nutrientes del suelo), la mejora de la agro-biodiversidad y la mejora de las interacciones biológicas con los componentes del agroecosistema (traducción: bichitos que nos colaboran en lugar de ponernos problemas)
Aquí se requieren muchas manos, gente que aporte su granito de arena desde sus conocimientos ambientales, sociales y económicos (a eso le llaman la interdisciplina). Sin embargo, el eje principal siempre debe ser el agricultor y las organizaciones rurales campesinas, quienes son los que se encuentran en capacidad de crear ese nuevo orden “de abajo hacia arriba”. Por último, hay que resaltar que existe una alta documentación de los beneficios que aporta este enfoque: pasando desde lo económico (mediante las ganancias), por lo social (la organización comunitaria en torno a la producción) y llegando a lo ambiental (la baja cantidad de agroquímicos que se utilizan).
Todo ello como si fuera por algún tipo de magia extraña (¿o acaso lógica?), resulta en la obtención de alimentos más sanos, con mayores cantidades de nutrientes y que no vienen de grandes monocultivos que generan impactos negativos en los suelos y el ambiente. En conclusión, la agroecología es parte del camino a la sustentabilidad… es un hecho innegable. ¿Tu que opinas? ¿Te gusto saber esto? Déjanos en los comentarios tu opinión y cuéntanos si te gustaría que habláramos más de este tema.
Bibliografía anexa:
Gutiérrez Cedillo, J. G., Aguilera Gómez, L. I., & González Esquivel, C. E. (2008). Agroecología y sustentabilidad. Convergencia, 15(46), 51-87.
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